Quantcast
Channel: El Armario de Lula
Viewing all articles
Browse latest Browse all 87

Éramos tan felices

$
0
0
No soy una persona nostálgica. Dejo esto claro desde el principio para que entendáis las dimensiones terroríficas de lo que me está pasando. Y todo por culpa de ‘la gorda’. 



No sabía lo que era la nostalgia, hasta este ataque repentino que estoy sufriendo INSOPORTABLEMENTE. Me ha pasado con la última temporada de ‘My Mad Fat Diary’. Por el amor de dios bendito, que alguien me mate!!! No puedo soportarlo más. 


Los ves ahí, tan jóvenes, tan de los 90, tan con sus chupas de cuero y encima te ponen esa música que te revuelve las entrañas y te hace sentir VIEJA. 


Para agravar la situación voy y me enamoro de Finn como si estuviera en 1996.

En serio, matadme YA. Aliviad mi sufrimiento.

La nostalgia es una total pérdida de tiempo. Eso he pensado yo siempre. 

Sentir nostalgia es mentirse, maquillar de perfección unos tiempos en los que ni éramos tan guapos ni tan perfectos. Un ejercicio de onanismo de puro autoengaño. 


Infectada como estoy por este virus de nostalgia, tras arruinar mi vida viendo el último capítulo de ‘la gorda’ (las adolescentes británicas son muy totales con eso: “Finn ruined my life”, me encanta), recordé al pequeño de los Panero en ‘El Desencanto’. En la película de Chávarri, Michi cuenta cómo el día en que murió su padre él, siendo un niño, corría por los pasillos gritando “Éramos tan felices!!!”. 


 La primera vez que vi esa película estaba a punto de salir de la adolescencia. Me gustó mucho, la recordaba intensa y con cierta profundidad, me dejé seducir por los personajes de la familia Panero-Blanc.

Diecisiete años después, volvió a atraparme, pero de forma muy distinta. 

Donde veía intensidad, profundidad o incluso una brisa de dialéctica, en esta segunda vez vi pantomima, impostura y mamarrachada. No la película en sí, que sigue siendo igual de importante, igual de buena, que te atrapa igual. Me refiero a los Panero. 


Aparte de irritarme esa gente histriónica y pagada de sí misma hasta el absurdo, sentí la irremediable nostalgia por la juventud, la insoportable levedad del ser que se adivina sobre todo en la figura del guapo y jovencísimo Michi Panero. “Un chico mono”, como se describe él mismo. Un chico, por cierto, de aspecto atemporal. Podría encontrármelo ahora por la calle sin reconocerle el tufo a los 70. ´Todo un mérito ;P 

Cuando ya sabes cómo acabó, cómo envejeció de mal, como bebió hasta morir, es imposible no hipnotizarse con ese Michi veinteñero, guapo, lánguido y simpático.


Imposible no sentir ternura por la única persona en esa peli que no se hace pajas pensando en su buena literatura ("Literatura de frases, mala literatura").

 Michi es lo único que vale de verdad la pena de esa historia y, sin embargo, dudo que él se dejara consumir por la nostalgia. Era un vividor y a los vividores les molesta hasta el futuro, imaginaos el pasado. 

 ‘El desencanto’ desenmascara la gran mentira de la nostalgia en la que todos alguna vez caemos. 


Yo, como os digo, llevo días en el pozo este de la nostalgia y por favor que alguien me saque ya. Pero es que ha sido ver a Rae y a Finn, a the gang… escuchar esa MÚSICA que te raja de lado a lado el estómago y te rompe el corazón. 

Ver las camisas de cuadros, las gafas redondas… los cinturones con hebilla en forma de flor (hola?????!!!!). 

Cuando era adolescente en los 90 hice teatro un par de años. Recuerdo leer una vez a Shakespeare diciendo que “el pasado es sólo un prólogo”. Y así he vivido yo. 

Hasta ahora. 

Dios, que se me pase ya!!!! 

Espero que Don me lo cure todo. 

'Debemos alimentar el deseo y debemos estirar el alma por todas partes, como si fuera una calle infinita'.

 
Un beso a todas y perdón por la intensidad.

El próximo post irá sobre cepillos.

To-be-continued.

Lula P.

Viewing all articles
Browse latest Browse all 87

Trending Articles